Cuando se forma la lluvia ácida, estas
sustancias químicas caen al suelo mezcladas con el agua de las precipitaciones.
Puede ser en forma de granizo, lluvia , llovizna, nieve o niebla y sus efectos pueden
provocar importantes daños tanto en el medio ambiente como en la salud animal y
vegetal. Los gases contaminantes responsables de la formación de la lluvia acida son el óxido de nitrógeno y el dióxido de
azufre, y pueden recorrer cientos o miles de kilómetros, trasladándose por
acción del viento, antes de precipitar a la superficie.
El agua de lluvia tiene un nivel de PH que ronda los 5,6.
Es ligeramente ácida debido a la presencia de dióxido de carbono atmosférico
(se considera que es lluvia ácida cuando el PH del agua presenta menos de PH
5), pero en muchas ocasiones puede llegar a tener un PH 3, igual al del
vinagre.
La lluvia ácida provoca grandes
daños ambientales, siendo causa fundamental en la peligrosa
acidificación del agua de lagos, ríos y mares del mundo. Esto causa un gran
impacto en la vida acuática y produce una gran mortandad de peces y muchos
otros seres vivos.
La lluvia ácida también afecta los suelos.
Debido a las cargas eléctricas de los ácidos se produce una especie de limpieza
de minerales en el suelo. Como resultado, se tiene un empobrecimiento de los
nutrientes esenciales, lo que provoca un fuerte impacto denominado “estrés en
las plantas” que las hace menos resistentes a las plagas y enfermedades.
Por su característica corrosiva, la lluvia ácida puede
deteriorar seriamente algunas construcciones. Es capaz de disolver por ejemplo,
monumentos y edificaciones construidas en mármol o caliza.
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